OPINIÓN
Viernes, 17 de Diciembre de 2004, actualizado a las 06:01
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La voluntad de la ciudadanía

El rápido y continuo crecimiento de la población hispanohablante en los Estados Unidos, en las regiones más próximas a México y Latinoamérica, ya no sorprende a nadie.

Podrá confundir y hasta preocupar a algunos, pero no hay quien pueda poner en duda, y menos aun impedir, que se cumplan las proyecciones que proponen un futuro marcado por un porcentaje importante de ciudadanos de origen y cultura hispanos.

El proceso histórico es irreversible. Por lo mismo, se lo ha de ver como un hecho que requiere la atención, no necesariamente la preocupación, de la sociedad.

Lo que ha de preocupar, sin embargo, a quienes pertenecemos a esa creciente minoría, es el lugar que ocuparemos como grupo en la sociedad norteamericana dentro de unos años.

Está visto que hasta el presente, y desde hace demasiado tiempo, la situación general no ha sido precisamente envidiable. Todo lo contrario: a pesar de que el nivel de vida de un gran número de hispanohablantes ha mejorado notablemente con respecto a lo que era habitual años atrás, todavía hay mucho por hacer si se espera que nuestra población alcance una presencia efectivamente valiosa y correspondiente a una gran mayoría.

Tal equivalencia socioeconómica con la mayoría nacional presupone un esfuerzo individual y colectivo por alcanzar ciertos objetivos que definan la condición de una ciudadanía satisfecha de sí misma y en control de su destino. No podrá haber satisfacción ni control si no se resuelven desde ya una serie de limitaciones que afectan negativamente el proceso de apropiación por el cual vamos ganando una presencia social cada vez más próxima a la generalidad de la población.

Es en gran medida responsabilidad nuestra la de encontrar modo de superar las deficiencias y obstáculos que podrían a la larga negarle a la población hispanohablante la oportunidad de estar a la par del resto de la ciudadanía. Y es precisamente este término, "ciudadanía", la llave de todo proyecto vindicatorio. Porque sólo en la apropiación de nuestros derechos y deberes de ciudadanos puede estar la vía de acceso a la justicia y al bien merecido goce de la igualdad de oportunidades de desarrollo.

Santiago Daydí-Tolson es profesor en UTSA.




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