Grasas: la fuente más concentrada de energía
ADRIANA R. DEL TORO
A pesar de lo mucho que se insiste en la importancia de reducir el consumo de grasa, el organismo la necesita para producir energía y para regular el metabolismo.
Lo que se debe tener en cuenta es el tipo de grasa que se consume, así como su cantidad. Existen grasas buenas y malas, y es muy importante conocer su diferencia.
La grasa mala se clasifica en dos grupos: grasa saturada y grasa hidrogenada, las cuales pueden ser sólidas o semisólidas, a temperatura ambiente.
La grasa saturada proviene principalmente de los productos de origen animal. Algunos productos vegetales como el aceite de coco y de palma también son ricos en ácidos grasos saturados.
Los aceites hidrogenados son los que han sido procesados a través del método de condensación química para lograr su endurecimiento. Ejemplo: mantecas, margarinas y alimentos que se elaboran con ellas como galletas, pasteles, dulces, barras energéticas, comida rápida, frita y procesada.
El hígado utiliza esta grasa mala para fabricar colesterol, principalmente el LDL (Lipoproteínas de Baja Densidad, conocido como el colesterol malo), el cual se va acumulando en las arterias, lo que puede desencadenar en arteriosclerosis.
Lo ideal sería evitar este tipo de grasa o por lo menos se debería limitar al 10% su consumo. Quienes sufren de nivel alto de colesterol deben evitar por completo este tipo de grasas.
Siempre digo a mis pacientes que se hagan un favor a ellos mismos, que lean las etiquetas de los productos y que tiren a la basura aquellos que contengan aceites hidrogenados. El consumo de esta grasa es una de las principales causas de obesidad, presión arterial alta, enfermedades coronarias, infartos y el cáncer de colon.
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