HOUSTON
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AARON M. SPRECHER
GEORGE RODRÍGUEZ Y SU MADRE SE REENCONTRARON EL 8 DE OCTUBRE, DESPUÉS QUE ÉL PASARA 17 AÑOS Y MEDIO TRAS LAS REJAS.
Condenado a la penuria a pesar de quedar libre

JUAN ALANÍS

Una prueba de ADN liberó a George Rodríguez, pero él asegura que su vida aún es una prisión

Su madre aún recuerda el día que un policía Houston le prometió que su hijo, George Rodríguez, sólo estaría 72 horas en la cárcel.

Le dijeron que lo querían interrogar y que la evidencia no era suficiente para acusarlo.

Pero las horas se convirtieron en días y después en años.

Rodríguez fue acusado en 1987 de secuestrar y violar a una niña de 14 años en el vecindario Pleasentville en la zona este, conocida como el Ship Channel. La víctima alegó que Rodríguez era uno de los tres hombres que la violaron.

Lo condenaron a 60 años de prisión.

Rodríguez, que ahora tiene 43 años, y su familia siempre mantuvieron su inocencia. Diecisiete años y medio más tarde, las autoridades les dieron la razón.

El 8 de octubre Rodríguez salió de la cárcel después que una prueba de ADN realizada en abril de este año mostró que no era el culpable del crimen delito. El nuevo análisis refuta los resultados del realizado en su momento por la policía de Houston.

Pero la pesadilla aún no ha termina. Chuck Rosenthal, procurador de distrito del condado de Harris, todavía no ha descartado la posibilidad de apelar la decisión de dejar a Rodríguez en libertad.

Es más: el hecho que Rosenthal no ha descartado la posibilidad de apelar el caso le impide a Rodríguez solicitar la compensación monetaria que Texas le debe por el tiempo que lo tuvo encarcelado indebidamente.

La suma puede ascender a medio millón de dólares, pero las posibilidades de que reciba esos fondos no son muchas.

La persona exonerada debe solicitar el dinero con y acompañar la solicitud con los testimonios escritos de la corte, del fiscal y del jefe de policía en los que se afirme que la persona es inocente.

De otra manera, Rodríguez deberá apelar su caso en los tribunales.

El mayor obstáculo para las personas que han sido encarceladas indebidamente no es el recibir dinero, sino que las liberen.

"Lo más difícil en Texas es lograr la exoneración", explicó Rodney Ellis, senador estatal del Distrito 13, quien fue clave en la lucha para lograr la libertad de Rodríguez.

Ahora, sentado en el frente de la casa blanco de su madre en el barrio de Denver Harbor, Rodríguez medita cuál podría ser la próxima etapa de su vida.

No puede conseguir trabajo, no puede ir a ver a su único hijo varón, que está preso, y no puede terminar de entender a la familia que hace 17 años dejó atrás cuando por primera pisó suelo en una prisión.

La razón: a pesar de que fue puesto en libertad, Rodríguez aún no ha sido exonerado oficialmente y esto lo enfrenta a la misma realidad de cualquier ex presidiario verdaderamente culpable.

"Ahora tiene miedo andar solo", dijo Pricilla Onofre, su hermana mayor, que llevaba 17 años sin verlo. "Es el mismo de siempre, nada más un poco más viejo y más lento", agregó.

La falta de recursos le impidió a ella y a la mayoría de sus familiares ir a verlo en prisión.

Sólo su madre se las ingeniaba siempre para visitarlo.

Juntaba latas de aluminio para vender y poco a poco iba reuniendo los $10 o $20 que le cobraba la gente que se apiadaba de ella y la llevaba a ver a Rodríguez.

Un padre sin su hijo

"El día que me llamaron y me dijeron que iban a dejar a George libre, salté y grité como loca", confesó María Rodríguez abrazando la foto de su ahora difunto esposo, quien murió pidiendo ver a su hijo. A Rodríguez ni siquiera le permitieron asistir al funeral de su padre.

"Aunque hubiera sido esposado, o como fuera, debieron haberlo dejado venir a despedirse de su padre", dijo su madre con lágrimas en el rostro.

Rodríguez le puso una mano en el hombro de su madre y se quedó mirando al vacío.

"Yo no soy una mala persona; soy buena persona", dijo, y agregó que lo más difícil ha sido el cambio que ha visto en su familia.

Sus hijos, cuatro hijas y un hijo, a quienes dejó de ver cuando eran pequeños, ahora son adultos y hasta le han dado nietos.

Mientras se prepara para salir hacia la fiesta de cumpleaños de dos nietas, Rodríguez recordó que sólo había conseguido regalo para una de ellas.

Se puso una mano en la frente y miro hacía patio que algún día fue su cancha de juegos.

"Los edificios han cambiado, la tecnología ha cambiado; pero lo que más ha cambiado ha sido mi familia", expresó Rodríguez.

"Tengo que acostumbrarme a ella".

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