La OEA: un cuerpo sin cabeza ni rumbo
La organización de estados americanos está crisis. Costa Rica ha solicitado el repudio de su nuevo secretario general, Miguel Ángel Rodríguez, por corrupción.
MARCELA SÁNCHEZ
El nuevo secretario general de la Organización de los Estados Americanos, Miguel Ángel Rodríguez, se encuentra en aprietos. Con apenas dos semanas en el principal cargo de la organización hemisférica de 34 países, el ex presidente de Costa Rica enfrenta cargos de haber aceptado un soborno en relación con un contrato otorgado por el Instituto Costarricense de Electricidad a una empresa francesa.
El lunes, el presidente de Costa Rica, Abel Pacheco, le pidió a Rodríguez, miembro del mismo partido, que renunciara "en aras del buen nombre de Costa Rica y de la propia OEA". Esa noche, 43 de 47 miembros de la Asamblea Legislativa costarricense también le pedieron a Rodríguez la renuncia.
La evidencia parece suficientemente irrefutable: el cercano amigo y ex ministro de Vivienda de Rodríguez, José Antonio Lobo, condenado a prisión domiciliaria a cambio de su colaboración, dijo a los fiscales la semana pasada que Rodríguez demandó un pedazo del lucrativo negocio.
Rodríguez asegura que el dinero no fue un soborno, sino un préstamo personal, que terminó en una cuenta de su esposa en Washington. No hay comprobante de la deuda, según Rodríguez, porque fue un acuerdo hecho "con el pelo del bigote", es decir, sólo verbal.
Costa Rica ha mostrado que es tan vulnerable a la corrupción a los niveles más altos como cualquier país en la región. Los escándalos de corrupción presidencial, del tipo que mantienen al ex presidente peruano Alberto Fujimori fugitivo en Japón, al nicaragüense Arnoldo Alemán entrando y saliendo de la cárcel, y al chileno Augusto Pinochet sometido a una investigación criminal, no debían ocurrir en Costa Rica, y ciertamente no dos veces en un año.
Otro ex presidente, Rafael Ángel Calderón, batalla con un escándalo por un préstamo y no puede salir del país hasta que concluya la investigación.
No obstante, la forma en que Costa Rica enfrenta esta crisis de corrupción sigue distinguiendo a la nación centroamericana de sus vecinos. Convertir la crisis en cambios positivos dará la medida de su futuro.
Costa Rica se enfrenta a sí misma y por sí sola. Tanto Rodríguez como Calderón son miembros del partido de gobierno, Unidad Socialcristiana, pero no han sido perdonados simplemente por esa afiliación. La investigación, las acusaciones, todo ha salido de Costa Rica. En otras partes, como en Perú, fue la presión internacional, como la de la OEA, la que empezó a sacudir al país. En este caso, hasta ahora la OEA ha estado incómodamente silenciosa.
El repudio a Rodríguez en Costa Rica ha sido unánime. En general, Pacheco ha tenido dificultades en conseguir que el poder legislativo concuerde con él en algo, pero en este caso están unidos. En contraste, el presidente nicaragüense Enrique Bolaños ha tenido que enfrentar los cargos sin ayuda, mientras la Asamblea Nacional manipula todo tipo de leyes a nombre y por orden del ex presidente nicaragüense condenado.
En muchos aspectos, Costa Rica ha vivido y prosperado por su reputación, y fue a costa de esa reputación que Rodríguez se benefició hace poco tiempo. Una comisión legislativa especial que investigaba irregularidades en la financiación de campañas en Costa Rica acordó el año pasado posponer seis meses la comparecencia de Rodríguez ante ese organismo, es decir, hasta inmediatamente después de la elección en la OEA.
Tal vez Costa Rica se concentró demasiado en el premio y dejó que sus deseos de un mayor reconocimiento y poder —en la figura de un costarricense como secretario general de la OEA— pesará más que un justo criterio.
Cuando Rodríguez finalmente testificó en junio, diez días después de la elección, los costarricenses conocieron que Rodríguez había recibido otro préstamo, no relacionado con las acusaciones más recientes. Ese dinero también se depositó en la cuenta de su esposa y tampoco tenía un comprobante.
La mejor señal de que Costa Rica saldrá fortalecida de todo esto tal vez sea que el país ya no está dispuesto a arriesgar el estado de derecho por proteger su imagen.
"Si en este proceso sufriera la imagen internacional de Costa Rica, sería una pena", dijo Armando González, jefe de redacción del diario La Nación, que ha llevado la voz cantante en la investigación de los sobornos.
"Pero sería un precio relativamente barato" a pagar para acabar con la corrupción", dijo.
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