OPINIÓN
Viernes, 17 de Diciembre de 2004, actualizado a las 06:01
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Nombre veraz de las Américas

JOSÉ LUIS LUÉVANO DÍAZ

Desde su siempre complicada historia, el nombre no podía ser la excepción. Entre los siglos XVI y XVII se refería casi por exclusividad a los territorios sometidos por españoles y portugueses. En la actualidad es sinónimo de Estados Unidos de América: tierra de esperanza y del equívoco.

Indias fue el primer nombre que recibieron estas tierras descubiertas hace cinco siglos por Cristóbal Colón. Erróneamente las nombró así creyendo que había llegado al Lejano Oriente. Después las llamaron Indias Occidentales para distinguirlas de la India Oriental. Un navegante italiano de nombre Américo Vespucio fue de los primeros en advertir que las tierras descubiertas no eran la India, sino que se trataba de un Nuevo Mundo. Así, en honor a este marino se decidió llamar a nuestro continente América.

El nombre de la región que abarca desde el Río Bravo hasta la Patagonia ha sufrido constantes cambios por un insatisfecho afán de abarcar a todo un mosaico de razas diluidas por el mestizaje. El amasijo hispanoamericano es tan diverso que resulta imposible satisfacer a todas las gentes que conforman nuestras naciones. Ser latinoamericano no significa pertenecer a una raza determinada; solamente define a una región específica del continente americano.

Los términos Iberoamérica e Hispanoamérica se consideran excluyentes porque representan, en el caso del primero, solamente a los países donde se habla castellano y portugués y deja fuera, por ejemplo, a Haití, donde se habla francés. El caso del segundo resulta más estrecho todavía porque sólo distingue a los países de habla hispana. Por su parte, Latinoamérica se ha convertido en el calificativo universalmente aceptado. No obstante, es una denominación polémica y se la considera con recelo ya que es un término inventado por los franceses en el siglo XIX. También se la ha llamado Sudamérica, denominación que se acepta pero que incluye sólo la mitad del continente. Es decir, este término deja fuera a centroamericanos, caribeños y mexicanos.

Indoamérica o Amerindia son otras posibilidades que podrían calificar, creo, de una mejor manera la diversidad racial y cultural hispanoamericana. En una palabra se intenta enlazar el mundo precolombino con el mundo europeo. Estos términos parecen haber caído en desuso, o quizás podríamos decir que prácticamente han desaparecido de nuestro vocabulario.

Cuando surge la pregunta de cómo identificarme, aparece este abanico de posibilidades que, por su gran variedad, no dejan de ser términos estrechos y poco efectivos para denominar este riquísimo conglomerado de razas y culturas que se funden y confunden en el azaroso suelo americano.

—José Luis Luévano Díaz estudia literatura española y latinoamericana en UTSA.


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